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sábado, 11 de mayo de 2013


VIAJERO DEL LABERINTO

Viajero del laberinto o creador de mi laberinto. Voy por la vida levantando muros donde no los hay. Cerrando las puertas que estaban abiertas, colocando espejos que me confunden, cavando hoyos para caer en ellos, volviendo sobre los mismos pasos, tropezando con la misma piedra, subiendo y bajando escaleras que no llevan a ningún lado, mono-Escher que piensa, que avanza, camina mucho y cuando se da cuenta que ha vuelto al mismo sitio se sienta o vuelve a cavar un pozo y se mete dentro para aletargarse en él un buen tiempo.

Nací en Monterrey en 1968, el año de las Olimpiadas en México, el año de lo de Tlatelolco. Soy la segunda de tres hijos, Jorge, Elena y yo. Jorge no es hijo de mi mamá, sólo de mi papá. Elena y yo sí somos hermanas-hermanas y nos llevamos tres años. Jorge es seis años mayor que yo. Yo soy la sandwich y siempre me gustó serlo. Los grandes son raros, los chiquitos sobre protegidos y los de enmedio somos ignorados pero libres.
Antes de hablar del laberinto por el que estoy viajando o en el que estoy metida, voy a tratar de describir algunas partes de mi laberinto interior comparándolo con el laberinto del mono.

"El mono lo pasa muy mal cuando le ignoran, le superan o le contradicen, puede montar en cólera por ello y llenar su corazón de rencor; su inseguridad interior se manifiesta en un auténtico complejo de superioridad, donde logrará lo que desea como sea".

¡Andale! ¿De dónde salió eso?  ¿Será para que no esté diciendo que no me importa ser ignorada con tal de ser libre? A ver, a ver, voy a ser sincera. Es cierto. Me encanta pasar largas horas sola, pero me molesta mucho ser ignorada, no caer bien, que se enojen conmigo. Caer mal me duele como patada en el hígado ¿para qué me hago tonta? ¿Si no, por qué pasó lo de Pancho y muchas más cosas que al ratito me acuerdo?  Es verdad, también la paso mal cuando me superan, cuando me equivoco y lo hacen notar y sí, por supuesto que mi corazón se puede llenar de rencor, de ponzoña, de odio y mi ansia de dominio, mi complejo de inferioridad-superioridad me da poderes de brujería que salen como un rayo por mi dedo índice y ¡ay de aquel a quien yo señale! No necesito hacer nada, porque mi maldición, de que se cumple, se cumple. Sólo he maldecido de esa manera una vez. Lo de llenarme de odio y deseos de venganza, eso pasa muchas veces y como viene se va con un simple gesto de amabilidad de parte de la causa de mi odio. Pero lo de maldecir con toda la intención, ya no lo hago, y no por arrepentida o bondadosa, si no porque cuando lo hice no lo supe controlar y funcionó de carcacha, carcacha todo lo que digas se te retacha. Y la verdad la pasé muy mal.

Los monos despiertan sentimientos encontrados, se les puede ver como ingeniosos y divertidos o bien cínicos y faltos de moral; ambas caras de un mismo animal.Son una buena oreja para escuchar y su curiosidad les lleva a estar informados en distintas áreas; a veces se muestran fanfarrones tratando de impresionar con lo mucho que saben. Los logros repentinos pueden malograr al mono, sacando su naturaleza arrogante y soberbia.

Pues me parece que sí. Me han llamado ingeniosa y divertida desde muy niña. Lo mismo que esfinge insensible.  Lo de cínica y falta de moral a veces me lo creo, pero depende con la vara que se me mida, afortunadamente hasta hoy nadie me lo ha echado en cara. Alguna vez pensé en volverme cínica, pero cínica como Diógenes. La cosa es que siendo mujer y citadina, andar de Diógenes en estos tiempos, no es muy buena idea, porque más que seguir una corriente filosófica me convertiría en una vagabunda que habla sola y que está pintada totalmente de color café, de pies a cabeza. Las personas me sacarían la vuelta llenas de asco en lugar de oir mis enseñanzas. No, si he de elegir el estilo de vida de algún filósofo griego, elijo a Epicuro y su hedonismo moderado.

He sido una oreja muchas veces. Por una u otra razón estoy junto a personas que hablan hasta por los codos y yo escucho, escucho, escucho. Y eso de impresionar con lo mucho que sé, hay alguien que me conoce bien y está totalmente de acuerdo con decir que soy así. Sé que le molesta eso de mí.
Arrogancia intelectual la tendría, como William de Baskerville o de Ockham  y a veces la tengo, pero los parámetros con los que me he comparado siempre, no me lo permiten.


Se siente estable en movimiento continuo y con estimulación constante. A pesar de su increíble versatilidad, inteligencia, curiosidad y creatividad, también se le ve como un animal calculador, embustero y desconfiado. El Mono no se preocupa de los sentimientos de los demás, solo busca divertir y divertirse, aunque muchos vean su actitud como molesta, ofensiva y maleducada.

Sí. Se puede decir que así fui. O que así soy y ahora estoy en una pausa, tomando vuelo para correr más fuerte. Vuelvo con Diógenes. Cuando ya era mayor, sus amigos le dijeron que ya era hora de descansar ¿Descansar? ¡Es ahora cuando tengo que correr! ¡Me queda poco tiempo! Contestó Diógenes. Y eso pienso yo también, que debo hacer muchas cosas; lo pienso pero no hago nada y sigo en mi metro cuadrado viviendo una vida virtual.
Siempre quise habitar en muchos países, amaba los cambios de casa, odiaba la rutina, necesitaba estimulación constante, fiestas, eventos, paseos ¡lo que fuera! No me gustaba ni me gusta tener amigas permanentes porque no quiero estar atada a nada ni tener compromisos. Ojalá lo de ahora sea una pausa porque si no, qué desperdicio de vida.


sábado, 13 de abril de 2013


Solía ser un pez

Mara era dulce y desconcertante, era prudente e inconsciente, era llena de gracia pero no lo creía. Se sabía mala, muy compasiva y misericordiosa y hoy, sentada en un camastro de la playa del Money Bar en Cozumel, releía lo que había estado escribiendo las últimas semanas.
Pidió una cerveza y unos nachos y leía una y otra vez la descripción del Mono. La había copiado en su moleskine con una caligrafía bonita, realizada con un marcador de punta plana y con tinta sepia. Estaba escrita como un verso y la había encontrado en donde se encuentra todo, en internet:
Soy el oportuno,
Viajero del laberinto.
Genio de la vivacidad,
Brujo de lo imposible.
El esplendor de mi originalidad
No conoce par.
Lleno está mi corazón de potente magia
Capaz de mil ensalmos.
He sido hecho
Para mi propio placer.
SOY EL MONO
Hacía mucho que sabía que, para el horóscopo chino, ella había nacido en el año del mono. Pero olvidó el asunto porque jamás se sintió identificada. Esa persona que describían ahí, un ser con una buena dosis de egocentrismo, no tenía nada que ver con ella. En cambio el horóscopo tradicional, que la marcaba como una dulce piscis, le quedaba a la perfección. No había duda alguna: Mara era piscis y siempre lo dijo con orgullo. Le gustaba el mar, nadar entre los peces, los zapatos le molestaban, le gustaba el arte y caminar descalza.  No era una ferviente seguidora de lo esotérico, pero le gustaba que le dijeran cómo era. Fue muchas veces a que le leyeran las cartas, el café, la mano, cualquier cosa tratando de encontrar algo que la convenciera que existían cosas más allá de la ciencia, pero nunca encontró un vidente que la convenciera.
Ya no era la misma. Los años no pasan en vano y había cambiado de manera de ser, o había dejado salir a la que realmente era. Pero había olvidado por completo que cuando leyó la descripción del mono pensó que no le quedaba para nada. Ahora había leído de nuevo todo acerca del mono y casi se veía en un espejo. Mara decidió hacer una comparación entre los atributos del mono y los suyos y esto fue lo que escribió:

SOY EL OPORTUNO
Mira que me la pusieron difícil. Oportuno... ¿Soy oportuna? Pues depende en qué y para qué, porque a veces soy de un inoportuno que da miedo. Pero no sé, hace unos meses me dijeron que llegué como caída del cielo y que yo era exactamente lo que buscaban. Aunque luego ni hice nada de lo propuesto porque ya no quise, porque me dio flojera, porque la oportunidad la busco para huir, para esconderme, para quedarme en mi zona de confort (expresión de moda con forma de sillón).

Sí, sí he sido oportuna o la vida lo ha sido conmigo. Fui oportuna al decir No, no tengo la lista de libros y fui muy oportuna al no volver a dirigirle la palabra a aquel compañero que me pidió la dichosa lista en mi primer semestre de prepa y que me hubiera cambiado la vida por completo.
Oportuno, oportunidad y oportunistas. Dicen que a la oportunidad la pintan calva. Y yo siempre la he sabido aprovechar. A veces me sale el tiro por la culata -nadie es perfecto-, pero por lo general sé actuar en el momento oportuno. Cuando era niña tuve la oportunidad de robarme una bicicleta. No había nadie y la bici estaba ahí, solita. Yo en realidad no la necesitaba pero era tonto desaprovechar la oportunidad ¿qué hice? Fui oportuna y me la llevé. El caso es que después no supe qué hacer con ella y la dejé abandonada en una calle cualquiera. Así que fue un robo oportunista. La ocasión hace al ladrón.

Cuando tenía 16 años, estaba una tarde leyendo La Muerte en Venecia sentada en la banqueta afuera de mi casa. El esposo de mi vecina, un "señor" como de 28 años que me caía muy bien se sentó conmigo a ver qué leía. Me dijo que a él le encantaba leer y que me quería enseñar su bibliotequita. Yo era muy joven para medir el peligro, pero lo intuía y me atraía igual que atrae un abismo. Me atraía también porque me gustaba sentirme elegida por alguien. Y Pancho, que era súper simpático y guapo, y me decía "la dulce Mara" me eligió ese día; me ofreció lo que yo ví como una oportunidad y la tomé sin pensar en su esposa, ni en mi familia, ni en nada. Entré a su casa, Pancho puso Demián, de Hesse, en mis manos y mientras yo leía en voz alta eso de que el pájaro rompe el cascarón y vuela hacia Abraxas, él acariciaba mi pelo y masajeaba mis hombros. Voteé y le dije que así no podía leer porque se me movían las letras, y ahí fue cuando el muy aprovechadote me dio un beso con lengua y todo. Primero me dejé, no sé por cuánto tiempo, pero luego me asusté y salí llorando. Mal. Muy mal, inoportuna pececita: Jorge, que en ese entonces tenía 22, venía llegando y se acercó inmediatamente preguntando qué pasaba y me gritó que me metiera a la casa ¿qué habrá imaginado? Nunca lo supe. Ve tú a saber qué explicación le dio Pancho a mi hermano, porque afortunadamente no me dijo nada y de ahí no pasó el susto.

Pancho para que ya dejara de sentirse culpable y no me olvidara. Si pasaba cerca de mí, le tocaba la mano o lo que me quedara al alcance. Ni siquiera sé por qué, porque el mugre beso no me había gustado nada, es más, me había dado asco ¿por qué entonces no lo quería dejar ir? Lo peor es que Laura su esposa me caía muy bien, siempre platicábamos y ella me preguntaba por mis compañeros de la prepa, que quién me gustaba y cosas así. A veces sentía un poquitín de culpa, pero lo veía como parte de la aventura o como que yo era otra persona y mejor no pensaba en eso cuando estaba con Laura. Y sí, sí tenía quién me gustara, alguien de mi edad: Mateo, un chavo sensible que quería estudiar letras cuando saliera de la Prepa 2. Una cosa no quita a la otra; yo jamás pensaría en Pancho para un futuro. Ni siquiera para el presente. Siempre fui muy respetuosa del matrimonio y de la familia. Además, no me quería quedar en Monterrey. En cuanto pudiera yo iba a volar. De eso estaba segura. Lo único que quería es que Pancho siguiera interesado en mí, quería ser especial para él y si para eso tenía que soportar algunas cosas, pues bueno. Y de esto ni una palabra a nadie. Nunca se supo.

Aunque me iba a ir algún día, también estaba segura de que en ese momento me gustaba mucho Mateo, me gustaba que tuviera el pelo largo y oscuro, que fuera rebelde (¿a qué joven no le gusta?) y que fumara marihuana, me gustaban las cosas que decía, me gustaban sus ojos color miel, su poesía y lo que platicábamos mientras caminábamos por la Alameda. Sus besos sí que eran bonitos. Dulces tiernos, suaves, casi de periquito y no cerraba nunca los ojos cuando me besaba. A Mateo le gustaba mucho ver lo que hacíamos y yo me sentía en plena confianza con él. Dos jóvenes de 16 años no tienen muchas oportunidades de estar solos, pero siempre encuentran la oportunidad y nosotros la encontramos en su casa. El fue el primero en mi vida y yo sé bien que si el mono no hubiera movido los hilos me hubiera quedado con él hasta hoy. En ese entonces yo estaba segura de ser un pez. Como ya dije, me creía artista, sensible, dulce y muy buena persona. Ahora sé que tuvieron razón al decirme muchos años después -¿Piscis tú? No... más bien pareces escorpión: cabroncita, cabroncita.  Será. Pero escorpión, piscis o mono, extraño mucho a Mateo, a pesar de que me enamoré muchas veces después. Creo que lo que extraño es la alegría de mi juventud y la manera como nos queríamos Mateo y yo. Como se quieren los que van subiendo la colina y no saben qué hay del otro lado, con la alegría, la risa y la frescura de la juventud y del primer amor. Jugábamos a los papás y hablábamos de Mateíto, nuestro hijo con la cara llena de chocolate y peleábamos porque ninguno lo quería regañar. El quería ser el papá consentidor y que yo pusiera la disciplina. Ni maiz. Nunca se lo acepté porque no quería ser la bruja del cuento. Nos lo tomábamos tan en serio, qu una vez nos enojamos toda una semana por esa tontería de Mateíto, que ni en el pensamiento de Dios existía, porque jamás nació. La que sí nació, y que nunca quise ni pienso en ella, no sé cómo se llama ni quién la tenga.